Alex
volvía a caminar por las viejas calles de la ciudad, mirando otra vez a los
edificios, observando con atención cada pequeño detalle. Y otra vez aquella
señora estaba en el balcón, sentada, contemplando hacia abajo.
Alex se
preguntó que qué hacía allí con el frío que hacía, que porqué estaba allí
mirando fijamente a la calle.
Siguió mirándola, se fijó que no miraba a la calle, si no que observaba atentamente a la fuente que había en esa plazoleta.
Siguió mirándola, se fijó que no miraba a la calle, si no que observaba atentamente a la fuente que había en esa plazoleta.
¿Por qué se fijaba solo en la fuente? Alex tenía esa duda.
La mujer
se dio cuenta de que Alex la observaba, le sonrió y le hizo un gesto con la
mano para que subiera al piso.
Dudó un momento de subir o no, pero al final subió.
Ya en
el balcón, Alex se sentó.
- Hola – dijo la señora mayor.
Ya de
cerca, Alex contempló que era mucho más mayor de lo que ella pensaba.
- Hola, gracias por invitarme a subir; mi nombre es Alejandra – tendió
la mano para dársela a la señora – Disculpe mi atrevimiento, pero me he fijado
que siempre está aquí mirando a esa fuente, y la verdad es que tengo la
curiosidad de saber por qué, ya que hace bastante frío y usted es… bueno,
mayor.
- Solo se es mayor cuando uno piensa así, yo no me considero mayor – dio
una carcajada mostrando su poca dentadura – ¿Así que quieres saber por qué
estoy aquí? Es una larga historia, y los jóvenes de hoy en día nunca tenéis
tiempo.
- Eso es cierto, siempre estamos corriendo de un lado para otro; pero
para alguien como usted tendré todo el tiempo del mundo.
- ¡Ja! Ya me gustaría a mí que lo tuvieses, nadie lo tiene – volvió a
reírse.
- ¿Y su nombre era…?
- No te lo he dicho, pero si quieres saberlo, me llamo Marfilia.
- Encantada de conocerla, Marfilia – Alex sonrió grácilmente.
- Por favor, no me trates de usted, ya te he dicho que no soy mayor.
Solo tengo 82 años, ¡estoy en la flor de la vida!- volvió a reírse más alto-
Bueno, supongo que querrás saber la historia.
- Me encantaría.
- Pues, hagamos un trato Alejandra. Te contaré la historia pero poco a
poco. Tendrás que venir a hacerme compañía todos los días y así te iré
contando, ¿será todo un sacrilegio para ti, no? – miró hacia Alex con una media
sonrisa en la cara.
- Para mí será todo un placer visitarla, es más, traeré pastas y té.
- ¡Estupendo! Mis dientes aún aguantaran en pie – Alex no pudo evitar
reír – Entonces, hasta mañana, Alejandra.
- Hasta mañana, Marfilia.
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