sábado, 1 de febrero de 2014

Aprendiendo a amar - Capitulo 6: El balcón

Alex volvía a caminar por las viejas calles de la ciudad, mirando otra vez a los edificios, observando con atención cada pequeño detalle. Y otra vez aquella señora estaba en el balcón, sentada, contemplando hacia abajo.

Alex se preguntó que qué hacía allí con el frío que hacía, que porqué estaba allí mirando fijamente a la calle.
Siguió mirándola, se fijó que no miraba a la calle, si no que observaba atentamente a la fuente que había en esa plazoleta.

¿Por qué se fijaba solo en la fuente? Alex tenía esa duda.

La mujer se dio cuenta de que Alex la observaba, le sonrió y le hizo un gesto con la mano para que subiera al piso. 

Dudó un momento de subir o no, pero al final subió.
Ya en el balcón, Alex se sentó.

-          Hola – dijo la señora mayor.

Ya de cerca, Alex contempló que era mucho más mayor de lo que ella pensaba.

-          Hola, gracias por invitarme a subir; mi nombre es Alejandra – tendió la mano para dársela a la señora – Disculpe mi atrevimiento, pero me he fijado que siempre está aquí mirando a esa fuente, y la verdad es que tengo la curiosidad de saber por qué, ya que hace bastante frío y usted es… bueno, mayor.
-          Solo se es mayor cuando uno piensa así, yo no me considero mayor – dio una carcajada mostrando su poca dentadura – ¿Así que quieres saber por qué estoy aquí? Es una larga historia, y los jóvenes de hoy en día nunca tenéis tiempo.
-          Eso es cierto, siempre estamos corriendo de un lado para otro; pero para alguien como usted tendré todo el tiempo del mundo.
-          ¡Ja! Ya me gustaría a mí que lo tuvieses, nadie lo tiene – volvió a reírse.
-          ¿Y su nombre era…?
-          No te lo he dicho, pero si quieres saberlo, me llamo Marfilia.
-          Encantada de conocerla, Marfilia – Alex sonrió grácilmente.
-          Por favor, no me trates de usted, ya te he dicho que no soy mayor. Solo tengo 82 años, ¡estoy en la flor de la vida!- volvió a reírse más alto- Bueno, supongo que querrás saber la historia.
-         Me encantaría.
-          Pues, hagamos un trato Alejandra. Te contaré la historia pero poco a poco. Tendrás que venir a hacerme compañía todos los días y así te iré contando, ¿será todo un sacrilegio para ti, no? – miró hacia Alex con una media sonrisa en la cara.
-          Para mí será todo un placer visitarla, es más, traeré pastas y té.
-          ¡Estupendo! Mis dientes aún aguantaran en pie – Alex no pudo evitar reír – Entonces, hasta mañana, Alejandra.

-          Hasta mañana, Marfilia.

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