sábado, 15 de febrero de 2014

Aprendiendo a amar - Capitulo 11: Recuerdos

Alex se despertó con una sonrisa en la cara. Salva ya no estaba, pero a ella le daba igual, o eso pensaba.

Al estar contenta, decidió salir a pasear por la orilla del río y así también podría fotografiar el paisaje. El camino era bastante largo, pero no le importaba, ya que la atmosfera era increíble. 

La niebla cubría el sendero y apenas había gente, tal y como le gustaba a Alex. Paseaba perdiendo la noción del tiempo. Miró el reloj, iba a llegar tarde y a Marfilia no  le gustaba.

Llegó a la plazoleta y la anciana no estaba en el balcón, Alex se preocupó. Subió hasta llegar a la puerta del piso, timbró y pasaban los minutos.
Finalmente, Marfilia abrió la puerta.

-          Hoy llegas un poco más puntual – le sonrió.
-          La próxima vez llegaré antes, ya verá. Por cierto, hoy no estaba en el balcón, pensaba que le había ocurrido algo.
-          Hoy hace bastante frío, la verdad. Y mi edad ya no me permite pasar por eso. Alejandra, haz el té mientras voy a encender la estufa.
-          Está bien, ¿el té como ayer? – preguntó Alex sin recibir respuesta.

Alex hizo el té mientras la anciana se sentaba en un viejo sillón.

-          ¿Por dónde habíamos quedado ayer? – dijo Marfilia cogiendo una galleta.
-          En la niña que le había entregado la rosa blanca de parte de un admirador.
-          Veo que estás atenta – empezó a reírse – Sé bien por dónde íbamos, te lo preguntaba para saber si lo recordabas tú. Bueno, pues seguiré con la historia.

>> Al siguiente día de recibir la rosa blanca, la niña volvió, pero esta vez para comprarme una rosa amarilla. Y siempre me decía que era de un admirador secreto. Todos los días durante semanas siempre me compraba una rosa, ya podría ser rosa, roja, blanca… Empezaba a sentir curiosidad sobre quien era ese hombre. Así que un día seguí a la niña para saber con quién hablaba.

Alex se quitó la chaqueta, empezaba a tener calor. Se quedó en camiseta corta, y algo llamó la atención de la anciana.

-          ¿Qué son esas marcas que tienes en las muñecas, Alejandra?
-          No son nada, tranquila. Siga con el relato – dijo Alex intranquila.
-          No, eso de que no son nada no es cierto. Ahora mismo me lo dices – exigió.
-          Es algo de mi pasado, es una historia un tanto triste.
-          Todas las historias tienen algo de triste, me gustaría saber esa historia ahora.

Alex dudó en contársela. Pero al fin y al cabo, Marfilia le estaba contando su historia, así que ella empezó a hablar.
-          Está bien – Alex dio un largo suspiro – En el instituto sufrí lo que llaman acoso escolar, recuerdo como me insultaban o como me escupían, hasta un día me tiraron por las escaleras y casi me queman la cara. Cada día estaba peor, yo me culpaba de todo. Y cada día estaba más deprimida.
Todos los días era la misma rutina, así que un 9 de Febrero, recuerdo bien la fecha, llegué a casa, cogí un cúter y me hice lo que ves en las muñecas. Casi muero, pero mi padre llegó a tiempo y me llevo al hospital. Salí de eso, pero aun hoy en día cada vez que veo estas marcas recuerdo esos momentos. Por eso intento ocultarlas.
-          ¡Dios mío! No sabía que hubieses sufrido eso todo – dijo la anciana con una expresión de lamento en la cara.
-          Ya… Marfilia, siento decirle que se me hace tarde, ¿podríamos dejarlo para otro día?
-          Por supuesto, mañana seguiré contándote mi historia – sonrió amablemente.


Alex según salió por la puerta, se sentó en las escaleras y se echó a llorar. Hacía mucho que esos recuerdos no le venían a la memoria.

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