Alex se
despertó con una sonrisa en la cara. Salva ya no estaba, pero a ella le daba
igual, o eso pensaba.
Al
estar contenta, decidió salir a pasear por la orilla del río y así también
podría fotografiar el paisaje. El camino era bastante largo, pero no le
importaba, ya que la atmosfera era increíble.
La niebla cubría el sendero y apenas había gente, tal y como le gustaba a Alex. Paseaba perdiendo la noción del tiempo. Miró el reloj, iba a llegar tarde y a Marfilia no le gustaba.
Llegó a
la plazoleta y la anciana no estaba en el balcón, Alex se preocupó. Subió hasta
llegar a la puerta del piso, timbró y pasaban los minutos.
Finalmente, Marfilia abrió la puerta.
Finalmente, Marfilia abrió la puerta.
-
Hoy llegas un poco más puntual – le sonrió.
-
La próxima vez llegaré antes, ya verá. Por cierto, hoy no estaba en el
balcón, pensaba que le había ocurrido algo.
-
Hoy hace bastante frío, la verdad. Y mi edad ya no me permite pasar
por eso. Alejandra, haz el té mientras voy a encender la estufa.
-
Está bien, ¿el té como ayer? – preguntó Alex sin recibir respuesta.
Alex
hizo el té mientras la anciana se sentaba en un viejo sillón.
-
¿Por dónde habíamos quedado ayer? – dijo Marfilia cogiendo una
galleta.
-
En la niña que le había entregado la rosa blanca de parte de un
admirador.
-
Veo que estás atenta – empezó a reírse – Sé bien por dónde íbamos, te
lo preguntaba para saber si lo recordabas tú. Bueno, pues seguiré con la
historia.
>> Al siguiente día de recibir la rosa blanca, la niña volvió, pero esta vez para comprarme una rosa amarilla. Y siempre me decía que era de un admirador secreto. Todos los días durante semanas siempre me compraba una rosa, ya podría ser rosa, roja, blanca… Empezaba a sentir curiosidad sobre quien era ese hombre. Así que un día seguí a la niña para saber con quién hablaba.
>> Al siguiente día de recibir la rosa blanca, la niña volvió, pero esta vez para comprarme una rosa amarilla. Y siempre me decía que era de un admirador secreto. Todos los días durante semanas siempre me compraba una rosa, ya podría ser rosa, roja, blanca… Empezaba a sentir curiosidad sobre quien era ese hombre. Así que un día seguí a la niña para saber con quién hablaba.
Alex se
quitó la chaqueta, empezaba a tener calor. Se quedó en camiseta corta, y algo
llamó la atención de la anciana.
-
¿Qué son esas marcas que tienes en las muñecas, Alejandra?
-
No son nada, tranquila. Siga con el relato – dijo Alex intranquila.
-
No, eso de que no son nada no es cierto. Ahora mismo me lo dices –
exigió.
-
Es algo de mi pasado, es una historia un tanto triste.
-
Todas las historias tienen algo de triste, me gustaría saber esa
historia ahora.
Alex
dudó en contársela. Pero al fin y al cabo, Marfilia le estaba contando su
historia, así que ella empezó a hablar.
-
Está bien – Alex dio un largo suspiro – En el instituto sufrí lo que
llaman acoso escolar, recuerdo como me insultaban o como me escupían, hasta un
día me tiraron por las escaleras y casi me queman la cara. Cada día estaba
peor, yo me culpaba de todo. Y cada día estaba más deprimida.
Todos los días era la misma rutina, así que un 9 de Febrero, recuerdo bien la fecha, llegué a casa, cogí un cúter y me hice lo que ves en las muñecas. Casi muero, pero mi padre llegó a tiempo y me llevo al hospital. Salí de eso, pero aun hoy en día cada vez que veo estas marcas recuerdo esos momentos. Por eso intento ocultarlas.
Todos los días era la misma rutina, así que un 9 de Febrero, recuerdo bien la fecha, llegué a casa, cogí un cúter y me hice lo que ves en las muñecas. Casi muero, pero mi padre llegó a tiempo y me llevo al hospital. Salí de eso, pero aun hoy en día cada vez que veo estas marcas recuerdo esos momentos. Por eso intento ocultarlas.
-
¡Dios mío! No sabía que hubieses sufrido eso todo – dijo la anciana
con una expresión de lamento en la cara.
-
Ya… Marfilia, siento decirle que se me hace tarde, ¿podríamos dejarlo
para otro día?
-
Por supuesto, mañana seguiré contándote mi historia – sonrió
amablemente.
Alex
según salió por la puerta, se sentó en las escaleras y se echó a llorar. Hacía
mucho que esos recuerdos no le venían a la memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario