Volvieron a timbrar, y esta vez petaron en la puerta con insistencia.
Salió de la bañera, fue hacia la puerta y abrió. Salva estaba al otro lado y Alex no pudo contener el abrazarlo y empezar a llorar.
- Estás empapada, ¿qué te ha pasado?
Salva se fijó en la muñeca izquierda de Alex, por ella corría la sangre.
- ¿Qué has hecho? – le preguntó angustiado.
- Yo… yo – Alex comenzó a llorar de nuevo.
- Ven, tienes que cambiarte la ropa, ya de paso te curaré esa herida.
Salva la llevó hacia el baño, cogió su mano y con una toalla tapó la mutilación. Buscó en el botiquín lo necesario para hacer la cura. Así lo hizo, le vendó la muñeca mientras su mano temblaba por el temor, quizás.
- Ahora cámbiate la ropa mojada, ¿está bien?
Alex se fue hacia su cuarto. Al volver, vio que Salva había hecho té y la esperaba en el sofá. Ella se sentó a su lado. Salva le tendió una mano y le dio la taza de té. Alex se quedó petrificada mirando aquella taza blanca, no podía mirar a los ojos de Salva.
El silencio que había era abrumador, solo se oía el fuego ardiendo en la chimenea.
- ¿Por qué lo has hecho? Creía que eso era el pasado, Alex.
- A veces el pasado vuelve – respondió sin quitar la mirada de la taza.
- Ya sé que vuelve, pero Alex, esa no es la solución. Pase lo que pase, me tendrás siempre aquí; soy tu amigo, bueno, algo más después de lo de ayer, lo que quiero decir es que me importas y no sé qué haría sin ti. No sé qué haría si te pierdo.
- No digas eso, si me pierdes aún tienes una vida por vivir. Está tu novia y…
- Alex, no. No tengo novia por ahora. Mientras esté aquí no existe, ahora la única que me importas eres tú.
Alex no se podía creer lo que escuchaba. Se negaba a pensar que un hombre la quisiera.
- Te necesito y tú me necesitas a mí, así que me quedaré a tu lado – Salva dijo sosteniendo la cabeza de Alex – Te lo prometo.
Por el rostro de Alex cruzó una lágrima, ambos acercaron sus caras y se fundieron en un beso.
Alex volvía a sonreír, pero le costaría confiar otra vez.
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