Delante del ordenador se encontraba todos los días, observando sus fotos; fotos hechas por él.
Se quedaba embelesado por su cabello rojizo, embobado con su sonrisa, hipnotizado por sus ojos y esas marcas en sus muñecas le hacían sentir que la tenía que cuidar.
Recordaba perfectamente el primer día que la conoció: era el 15 de junio, un jueves. Ella llevaba un vestido blanco con flores azules y turquesas; estaban en una cafetería. Ella estaba leyendo un libro mientras se tomaba un café. Se veía preciosa con el sol dándole en la cara.
Quería hablar con ella, pero siempre fue muy tímido.
Ella se levantaba, se iba a ir. Él decidió levantarse para saludarla, no quería perder esa oportunidad.
Iba torpe, le temblaban las piernas. Le empezaban a sudar las manos, y su corazón iba demasiado rápido.
Ella se acercaba, y de repente ambos chocaron. A ella se le cayó el libro y el bolso.
- Disculpa – dijo con un hilo de voz.
- No pasa nada, tranquilo. Ha sido un accidente – dijo ella con una sonrisa hermosa.
Recogió sus cosas y se fue. Él seguía obnubilado.
- Al fin llegas, Calíope. ¡Eres una tardona!
- Lo siento, Alex, me entretuve pintando, ya sabes como soy. Te lo recompensaré.
“¡Alex! ¡Se llama Alex!” pensó mientras esbozaba una sonrisa. Nunca olvidaría su nombre y nunca se daría por vencido en conocerla.
Y así lo hizo, durante dos años estuvo buscándola por todas partes: por la calle, en redes sociales, yendo a esa cafetería todos los jueves… Cuando la volvió a ver, empezó a sacarle fotos. Cuando la encontró en twitter la comenzó a seguir, y todos los días miraba su Facebook; cuando ella empezó a escribir en un blog, vio la oportunidad para poder hablarle, y así lo hizo. Y cuando ella le respondía, era el más feliz. Pero descubrir que estaba con ese Salva, que había pasado la noche con ese Salva, lo enfureció.
Cada mañana veía sus fotos y se imaginaba una vida con ella. Y eso era lo que quería, quería vivir con ella por siempre sin que nadie los separase.
La quería solo para él. Alex solo sería suya y de nadie más.
jueves, 27 de marzo de 2014
Aprendiendo a amar - Capitulo 14: Nuevo mensaje
Alex se despertó en el sofá, había dormido toda la tarde. Estaba realmente agotada por ese día.
Buscó con la mirada donde se encontraba Salva, vio una nota en la mesita del café.
“Volveré para hacer la cena, he ido por mis cosas y de paso ya hago la compra. Si tienes hambre, quedó un poco de lasaña de la comida. Enseguida vuelvo. Te quiero.
Salva”
Se sintió más aliviada. Pero su preocupación volvió al verse la muñeca vendada. ¿Cómo pudo pensar en hacerlo de nuevo? Se sentía estúpida por ello.
Cogió el ordenador y observó que había un comentario larguísimo en su última entrada. Y como no, era de J.
“Claro que tienes motivos para seguir viviendo. Alex, eres una persona única y te mereces todo lo bueno de esta vida, claro que en el pasado te torturaron y te hicieron todo ese daño; pero ahora la gente que te rodea no lo hace. Por favor, no te hagas daño. Te necesito más de lo que crees, eres un gran soporte para mí; claro que no lo sabes porque sé que para ti Salva lo es todo. Ojalá estuviera en su posición para poder abrazarte y besarte. No sabes cómo te deseo, desde el primer momento que te vi. Por favor, no hagas ninguna tontería. Te amo.
-J”
Alex se quedó impresionada, no entendía cómo alguien podía decir te necesito o te amo así como así, y menos sin conocerlo o saber su nombre completo.
En ese instante, decidió investigar quien era ese hombre, ya que tenía curiosidad pero al mismo tiempo miedo.
Llamó a su amigo Emilio, era informático y un hacker que impresionaba, le preguntó si podría rastrearlo o algo por el estilo. Emilio le dijo que no había ningún problema, que en un par de días lo sabría.
Decidió no responderle, empezaba a desconfiar. Y Alex, hacía bien en hacerlo.
Buscó con la mirada donde se encontraba Salva, vio una nota en la mesita del café.
“Volveré para hacer la cena, he ido por mis cosas y de paso ya hago la compra. Si tienes hambre, quedó un poco de lasaña de la comida. Enseguida vuelvo. Te quiero.
Salva”
Se sintió más aliviada. Pero su preocupación volvió al verse la muñeca vendada. ¿Cómo pudo pensar en hacerlo de nuevo? Se sentía estúpida por ello.
Cogió el ordenador y observó que había un comentario larguísimo en su última entrada. Y como no, era de J.
“Claro que tienes motivos para seguir viviendo. Alex, eres una persona única y te mereces todo lo bueno de esta vida, claro que en el pasado te torturaron y te hicieron todo ese daño; pero ahora la gente que te rodea no lo hace. Por favor, no te hagas daño. Te necesito más de lo que crees, eres un gran soporte para mí; claro que no lo sabes porque sé que para ti Salva lo es todo. Ojalá estuviera en su posición para poder abrazarte y besarte. No sabes cómo te deseo, desde el primer momento que te vi. Por favor, no hagas ninguna tontería. Te amo.
-J”
Alex se quedó impresionada, no entendía cómo alguien podía decir te necesito o te amo así como así, y menos sin conocerlo o saber su nombre completo.
En ese instante, decidió investigar quien era ese hombre, ya que tenía curiosidad pero al mismo tiempo miedo.
Llamó a su amigo Emilio, era informático y un hacker que impresionaba, le preguntó si podría rastrearlo o algo por el estilo. Emilio le dijo que no había ningún problema, que en un par de días lo sabría.
Decidió no responderle, empezaba a desconfiar. Y Alex, hacía bien en hacerlo.
Aprendiendo a amar - Capitulo 13: Vuelta a la realidad
Sonó el timbre y Alex volvió a la realidad. Soltó el cuchillo.
Volvieron a timbrar, y esta vez petaron en la puerta con insistencia.
Salió de la bañera, fue hacia la puerta y abrió. Salva estaba al otro lado y Alex no pudo contener el abrazarlo y empezar a llorar.
- Estás empapada, ¿qué te ha pasado?
Salva se fijó en la muñeca izquierda de Alex, por ella corría la sangre.
- ¿Qué has hecho? – le preguntó angustiado.
- Yo… yo – Alex comenzó a llorar de nuevo.
- Ven, tienes que cambiarte la ropa, ya de paso te curaré esa herida.
Salva la llevó hacia el baño, cogió su mano y con una toalla tapó la mutilación. Buscó en el botiquín lo necesario para hacer la cura. Así lo hizo, le vendó la muñeca mientras su mano temblaba por el temor, quizás.
- Ahora cámbiate la ropa mojada, ¿está bien?
Alex se fue hacia su cuarto. Al volver, vio que Salva había hecho té y la esperaba en el sofá. Ella se sentó a su lado. Salva le tendió una mano y le dio la taza de té. Alex se quedó petrificada mirando aquella taza blanca, no podía mirar a los ojos de Salva.
El silencio que había era abrumador, solo se oía el fuego ardiendo en la chimenea.
- ¿Por qué lo has hecho? Creía que eso era el pasado, Alex.
- A veces el pasado vuelve – respondió sin quitar la mirada de la taza.
- Ya sé que vuelve, pero Alex, esa no es la solución. Pase lo que pase, me tendrás siempre aquí; soy tu amigo, bueno, algo más después de lo de ayer, lo que quiero decir es que me importas y no sé qué haría sin ti. No sé qué haría si te pierdo.
- No digas eso, si me pierdes aún tienes una vida por vivir. Está tu novia y…
- Alex, no. No tengo novia por ahora. Mientras esté aquí no existe, ahora la única que me importas eres tú.
Alex no se podía creer lo que escuchaba. Se negaba a pensar que un hombre la quisiera.
- Te necesito y tú me necesitas a mí, así que me quedaré a tu lado – Salva dijo sosteniendo la cabeza de Alex – Te lo prometo.
Por el rostro de Alex cruzó una lágrima, ambos acercaron sus caras y se fundieron en un beso.
Alex volvía a sonreír, pero le costaría confiar otra vez.
Volvieron a timbrar, y esta vez petaron en la puerta con insistencia.
Salió de la bañera, fue hacia la puerta y abrió. Salva estaba al otro lado y Alex no pudo contener el abrazarlo y empezar a llorar.
- Estás empapada, ¿qué te ha pasado?
Salva se fijó en la muñeca izquierda de Alex, por ella corría la sangre.
- ¿Qué has hecho? – le preguntó angustiado.
- Yo… yo – Alex comenzó a llorar de nuevo.
- Ven, tienes que cambiarte la ropa, ya de paso te curaré esa herida.
Salva la llevó hacia el baño, cogió su mano y con una toalla tapó la mutilación. Buscó en el botiquín lo necesario para hacer la cura. Así lo hizo, le vendó la muñeca mientras su mano temblaba por el temor, quizás.
- Ahora cámbiate la ropa mojada, ¿está bien?
Alex se fue hacia su cuarto. Al volver, vio que Salva había hecho té y la esperaba en el sofá. Ella se sentó a su lado. Salva le tendió una mano y le dio la taza de té. Alex se quedó petrificada mirando aquella taza blanca, no podía mirar a los ojos de Salva.
El silencio que había era abrumador, solo se oía el fuego ardiendo en la chimenea.
- ¿Por qué lo has hecho? Creía que eso era el pasado, Alex.
- A veces el pasado vuelve – respondió sin quitar la mirada de la taza.
- Ya sé que vuelve, pero Alex, esa no es la solución. Pase lo que pase, me tendrás siempre aquí; soy tu amigo, bueno, algo más después de lo de ayer, lo que quiero decir es que me importas y no sé qué haría sin ti. No sé qué haría si te pierdo.
- No digas eso, si me pierdes aún tienes una vida por vivir. Está tu novia y…
- Alex, no. No tengo novia por ahora. Mientras esté aquí no existe, ahora la única que me importas eres tú.
Alex no se podía creer lo que escuchaba. Se negaba a pensar que un hombre la quisiera.
- Te necesito y tú me necesitas a mí, así que me quedaré a tu lado – Salva dijo sosteniendo la cabeza de Alex – Te lo prometo.
Por el rostro de Alex cruzó una lágrima, ambos acercaron sus caras y se fundieron en un beso.
Alex volvía a sonreír, pero le costaría confiar otra vez.
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